Habilidades comunicativas: Hablar, oído, crear ruido y estar en silencio. Tacto. Gusto. Olfato.
Explicación
Entre los participantes del proceso comunicativo desde los emisores y receptores se manejan los cinco sentidos que nos llevan a una serie de sencillas reflexiones sobre las habilidades comunicativas.
Primero es ver: Al ver estamos abiertos a todo. Distinguimos el rostro del otro, nos percatamos mucho más que lo que se nota. Percibimos con los ojos los sentimientos de los demás, lo que se mueve en el mundo. La creatividad que nos muestran los artistas a través de su inteligente; lo que nos permite tener la libertad de seleccionar lo que deseamos.
Tanta vemos de la vida por ella, que no nos abruma el poder verlo todo lo que podemos y queremos. No dejar todo en las apariencias llamativas, sino ampliar nuestra visión de la vida de un humilde trabajador, de un pueblo insignificante. La luz con que vemos todas las cosas, pero a las que no vemos también las imaginamos. Solo vemos y manifestamos un sentimiento, una alegría, una pasión, un descubrimiento que nos explica una duda latente.
Ahora vemos como en un espejo, borrosamente; después lo contemplamos cara a cara. Ver a los demás no significa morir. Pero la lógica del conocer nos destruye para revivirnos. Depura nuestra mirada para que veamos por primera vez, a veces inconscientemente lo hacemos después de muchos años.
Hacer la vista hacia algo nos lleva a una conversión, a una irradiación. Son encuentros inesperados, con lo venerado o lo místico que nos conducen a una mezcla de distintas soluciones. Parte de ese proceso es lo que conocemos como la conciencia de la oscuridad. La ceguera que se descubre en parte culpable, y en parte purificadora, como preparación para una luz diferente.
Afortunadamente podemos percibir la belleza creativa que sigue saliendo de la oscuridad. Su forma se ve en aquellos que dejan que se los formen. En los respetables. Que son los que aman a fondo. En ellos resplandece la forma mística. Aunque no lo conozcan.
Como seres humanos, no solamente abrir nuestros ojos a los innumerables sometimientos, ajenos y propios, ser capaces de crear nuevos símbolos de nuestro deseo de ser.
Pero negarnos a ver el espectáculo degradante, el falso acontecimiento entupido, el palco de caretas, para acercarnos a observar al compañero que trabaja humildemente, al estudiante que es realmente tal, a quien se ocupa de su comunidad. Aprender de los otros.
En seguida es hablar, oído, crear ruido y estar en el silencio. El ruido actual sólo puede ser percibido por quien alguna vez fue o será capaz de hablar. El caos, a veces, produce nuevas armonías, sintonías que identifican nuevas estructuras. Aunque lo que prevalece entre nosotros por ahora, parece ser, más que nada, pura bulla.
Los sonidos más frecuentes hoy no son tan agradables. Un grupo, un hablante irritado; en la calle, el tráfico insolente; en el hogar, la televisión como figura y como fondo; en la fiesta, puro volumen enlatado.
Llama la atención la incapacidad para hacer silencio y escuchar, en la escuela, o en cualquier reunión. Parece que no tenemos tiempo, ni hábito, de silencio, exterior e interior.
A la hora de analizar cómo hablamos, es notable el empobrecimiento del vocabulario y recursos utilizados. Por no mencionar la redundancia en los temas. Evidentemente la carencia de lenguaje no atenta solamente contra la expresividad, sino por sobre todo, a la capacidad de experimentar y entender la realidad de una manera más rica en matices y complejidades. Hay que reflexionar en los temas de discusión, que en su gran mayoría son los que prevalecen en el ambiente social que los impulsan los locutores y artistas de radio y televisión o los comentaristas deportivos.
En occidente se reconoce una fuente de identidad que es la que expresaba Aristóteles: "el hombre es el único entre los animales que posee el don del lenguaje. La simple voz, es verdad, puede indicar pena y placer y, por tanto, la poseen también los demás animales [...], pero el lenguaje tiene el fin de indicar lo provechoso y lo nocivo y, por consiguiente, también lo justo y lo injusto, ya que es particular propiedad del hombre, que lo distingue de los demás animales, al ser el único que tiene la percepción del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto y de las demás cualidades morales, y es la comunidad y participación en estas cosas lo que hace una familia y una ciudad-estado."(La política).
La razón se ejerce a través del diálogo. La percepción de la justicia es un producto de los grupos humanos que tienen institucionalizada, de diversas maneras, la participación inteligente y personal de sus miembros. No es algo que unos iluminados van a enseñar, ni algo previo a la existencia de la misma sociedad. Es aquello que la identifica, y la integra al resto del mundo. Pero su identidad e integración son dinámicas, y solo posibles mediante el ejercicio habitual del habla razonable, en condiciones de igualdad y de no coacción.
El logos es a la vez palabra y razón, discurso y lógica. Cuando estos aspectos se separan, se pierden. Y así anulados, no es posible la comunidad, ni la persona.
Para la supervivencia del mundo, en el futuro cercano, se hace necesario reconectar estos ámbitos con la vida y el lenguaje cotidianos, para poder discutir, juzgar, decidir, sobre estos aspectos, de acuerdo a los fines que nos propongamos, participativamente, y no por la inercia de los sistemas de poder.
En la evolución del ser humano, la capacidad de hablar, utilizando conceptos válidos más allá de la presencia inmediata de su referencia, permitió el desarrollo de una conciencia temporal. Salir de la clausura en el presente también posibilita tomar decisiones respecto al futuro. Ser libres. Esa capacidad (de pensar mediante el lenguaje, dialogando) se actualiza sólo mediante su aprendizaje cultural, sobre todo, en los primeros años de vida.
Es interesante ver como todos los chicos criados en estado salvaje, por animales, o en estado de absoluto aislamiento, una vez integrados a la sociedad, jamás pudieron aprender a manejar más que unas pocas palabras, y nociones éticas. Siguieron siendo como animalitos, más o menos "domesticados". Por eso asusta ver la creciente dificultad de expresión y razonamiento en los niños. Porque después de cierta edad esto ya no se aprende más. La carencia es irreversible.
Tanto el aspecto dialógico, como el temporal, del pensar, no pueden faltar. Cuando este se vuelve pura repetición del discurso dominante, cuando excluye a los implicados en él, cuando desprecia posibilidades de novedad real en la historia, cualquier lenguaje, por más trasgresor que parezca, es funcional al ruido desgastante.
Pero el discurso de la modernidad se ha frenado no por falta de palabras, y exceso de imágenes, sino por agotamiento. El ideal de la ciencia como garantía del futuro; del Estado, la política y la ley como protectores de las masas; del progreso indefinido por el trabajo y la tecnología; se ha vuelto, al menos, ambiguo.
Sin embargo, el lenguaje sigue siendo capaz de comunicar, y de abrir mundo. Hoy tenemos la oportunidad de un discurso nuevo, más plural, más libre. Cansados de frases vacías, todavía no es fácil discernir quiénes tienen una palabra realmente original, "autorizada". Aunque se reconoce la vacuidad del mero eslogan publicitario, es difícil ir por otros carriles, si se quiere ser escuchado. Esto sucede incluso a los intelectuales.
Aunque las sinfonías no están de moda, algunos de los que creen en la verdad, tienen la esperanza de que esta sea "sinfónica". Que se dé en la complejidad de redes y referencias plurales. En ese dinamismo de lo uno y lo múltiple, en el que confluye el cosmos, lo divino, y lo humano. Un nuevo equilibrio entre ritmo, melodía, y armonía. Podría decirse que en el ritmo palpita lo eterno e inmutable; en la melodía la historia y el progreso; en la armonía la relación esencial entre partes "accidentalmente" agrupadas.
Tal vez sea tiempo de reconectar estos aspectos de la realidad. El latir de la tierra, los devaneos de la razón y el sentimiento, los acordes sagrados de lo trascendente/inmanente. En música, esto se escucha en algunos artistas que fusionan estilos y culturas diversas, que, precisamente, se complementan en estos aspectos.
Para lograr reconectar los aspectos antes mencionados, antes hace falta callar. Desintoxicarnos. Apagar aparatos. Apartarnos un momento. Y escuchar. Tal vez empecemos a percibir el silencio. Si perseveramos, hasta es posible que comencemos a notar que todo surge de ese silencio primordial. Que todo es palabra. Percibir el silencio, que nos habló. Nos habló porque somos su palabra, y nos habló porque se dirige a nosotros. Así oiremos todo ser como palabra, como expresión del Ser, que a su vez se origina en un indescifrable silencio.
Tacto. Para experimentar hay que tocar la verdad. El tacto es el sentido más primitivo, el más antiguo. Si ya la membrana celular es "inteligente", en cuanto regula el intercambio con el ambiente, mucho más lo es la piel, el órgano más grande del cuerpo. En cierto modo, los demás sentidos son especializaciones del tacto.
Tal vez ese carácter arcaico le da su fuerza, el poder de sus impresiones. La sensación de que sus dictámenes son la última instancia respecto a la realidad. Si lo puedo tocar, existe, es de verdad.
Aunque hay quien opina que nada puede estar presente a la mente sino una imagen o percepción, y que los sentidos sólo son conductos por los que se transmiten estas imágenes sin que sean capaces de producir un contacto inmediato entre la mente y el objeto O sea, que ni tocándolos podemos llegar a conocer los objetos en sí mismos. Para no quedar mal, tendríamos que desechar aquello de que cuando el sabio señala la luna el necio se queda mirando el dedo.
La experiencia sensible es muy importante, pero lo real es otra cosa. Tanto se ha transformado nuestro tacto: desde el dedo (dígito) que toca, al dedo que cuenta, al que combina, al que representa, al que es. El auge de la cibernética tal vez hable de una necesidad de comunicación, pero a distancia. Distancia corporal no. Miedo a la proximidad. Tal vez por separar tanto el cuerpo de las otras dimensiones de la persona.
Pero más allá de la ideología de la experimentación total, ¿qué es lo que realmente tocamos?, ¿qué percibimos hoy sin nuestros ojos y oídos?, ¿en qué medida usamos nuestra piel para conocer el mundo? No parece que hayamos llegado a una situación satisfactoria: entre el miedo a tocarnos y el manoseo; entre la experiencia "real" y la "virtual".
Cuando hay amor y entrega, el cuerpo acariciado es protagonista pero no desplaza a la persona; la hace presente de modo tangible y valioso. En cambio, si la caricia busca solamente placer sensorial, el cuerpo invade todo el campo de la persona. No se ama a ésta; se quiere el agrado que produce su cuerpo. Ésta presenta las condiciones de los "objetos": es asible, delimitable, poseíble, desechable.
Esta y otras violencias al cuerpo provocan una reacción defensiva, que nos limita. Así, necesitamos impresiones cada vez más fuertes para reaccionar, para que algo nos toque, nos conmueva, y nos hagamos cargo.
El tacto es el sentido de la proximidad. Pero para poder estar próximos, hay que formarse para eso. Aprender a tratarse con tacto. Con delicadeza.
La facultad de "tocar" tiene dos vertientes. Por un lado se manifiesta como capacidad de sentir, de percibir con cierta pasividad, dejándonos afectar. Y por otro lado como posibilidad de hacer sentir, de modificar activamente. Estos aspectos en la modernidad se separaron en distintas corrientes, predominando una u otra, según la época y las sociedades. El ansia de dominio y "manipulación" lleva a la destrucción de culturas y naturaleza.
Somos contingentes. Contingencia significa que tocamos nuestros límites y que lo ilimitado nos toca tangencialmente. Lo contingente es real pero ambiguo, mortal, cambiante; y sin embargo, inabarcable en sus relaciones, fundamentos, posibilidades.
Gusto. Cocina para todos. La evolución de los sentidos nos dotó de un gusto para los sabores que se vincula en lo útil de nuestra alimentación para vivir con el placer. Pero también nos dotó de razón, para cocinar creativamente y disfrutar saludablemente de las posibilidades de este mundo comestible y ardiente a la vez.
La comida, su presencia, ausencia, diferencia, puede ser motivo de vida, unión, placer, novedad; o de muerte, división, dolor, rutina. En su sentido más profundo, siempre ha servido como símbolo y causa de comunión. De vínculo con la naturaleza, que nos alimenta, y que debemos trabajar con respetuoso cuidado. Con los demás acompañantes que comparten el pan y vino, como en el banquete, pero literalmente, los que beben juntos, como bebedores discurren sobre el amor y la belleza, aunque nosotros hemos separado demasiado: en las reuniones falta "vino", y en el vino falta "verdad".
Pan y vino que son frutos de esfuerzo de una comunidad, de tecnologías y acuerdos. Reconocimiento de nuestra contingencia, y ocasión para agradecer el don de cada día. Vínculo con lo sagrado (desde el árbol del bien y del mal de Adán y Eva hasta el banquete celestial; pasando por el Organismo de los Vedas, las comidas gremiales romanas, etc.). El misterio de la existencia, la compenetración de diversas dimensiones, la transfiguración de lo cotidiano y la encarnación de lo infinito.
Necesitamos una nueva sabiduría para saborear. Un nuevo gusto por la vida, la verdad, el bien, la belleza. Sirven entonces solo de distracción, de que más se viene a estar necesitado cuanto más se usa de ella, para echar fuera el descontento del espíritu consigo mismo, con lo cual se hace este aún más inútil y más descontento.
Para Aristóteles la reflexión sobre los placeres corporales "solo son buscados por quienes no pueden apreciar otros, y equivale a prepararse a sentir una sed insaciable (…) el hombre prudente y templado busca con mesura los placeres que contribuyen a la salud y el bienestar; aprovecha los demás que no dañan a éstos, ni son inconvenientes, ni están fuera del alcance de su fortuna"
Para Epicuro "cuando decimos que el placer es el soberano bien, no hablamos de los placeres de los pervertidos, ni de los placeres sensuales (...). Hablamos de la ausencia de sufrimiento para el cuerpo y de la ausencia de inquietud para el alma. Porque no son ni las borracheras, ni los banquetes continuos, ni el goce de los jóvenes o de las mujeres, ni los pescados y las carnes con que se colman las mesas suntuosas, los que proporcionan una vida feliz, sino la razón, buscando sin cesar los motivos legítimos de elección o de aversión, y apartando las opiniones que pueden aportar al alma la mayor inquietud" (
Si bien es cierto que tanto la caridad, como el placer, "empiezan por casa", el riesgo es olvidar que la casa (lo cercano, los que tienen intereses y gustos comunes), no está en el aire, depende y es responsable, al menos en parte, de lo que está "fuera" de él. Es llamativo que la sobreabundancia de la alimentación se da en un momento en que el sistema social capitalista lo incrementa, aunque una mayoría de la población apenas tiene para lo básico.
Actualmente el ingrediente más raro pasó a ser la carne de un filete, la receta más exótica la de la parrillada de los fines de semana. Actualmente nos conformamos con la ilusoria libertad de consumo. Nos empalagamos de imágenes de los que podríamos tener, de "noticias" que no agregan nada, de miles de objetos no digeribles. Y perdemos sensibilidad para el hambre de los otros, y también nuestro. Hambre de humanidad para todos. O de algo aún mayor.
Si bien los gustos no son cuestionables como los conceptos claros, descansan en la naturaleza humana, y presuponen su comunicabilidad, y la posibilidad de ser compartidos con los demás. El gusto es la facultad de juzgar a priori la comunicabilidad de los sentimientos que están unidos con una representación dada. Pueden educarse, bien o mal. Hoy esa formación muchas veces se encubre, quienes lo hacen son los conductores de los medios de comunicación masivos quienes repiten los mismos mensajes hasta la náusea, la impresión es que nadie le dice a nadie como debe vivir, y de que cada uno elige con libertad absoluta de qué alimentarse.
Eso hace que el (mal) gusto sea difícilmente criticable, porque parece lo más espontáneo del mundo. Y lo que nos "tragamos" nos constituye. Hasta el ridículo.
Aunque en la cocina no hay propiamente "representación", sino "presentación", sin embargo la comida misma (presente o ausente) puede funcionar como representación, en el debido contexto, y simbolizar así alguno de los sentidos de lo humano. Que como decíamos antes, pueden tener que ver con distintos modos de comunión con la naturaleza, con la humanidad. Unida a otras expresiones sensibles (visuales, auditivas, cenestésicas, etc.), tiene la ventaja de otorgar una experiencia más completa, de integración total y vital. Y sus posibilidades de hacernos entender, en ese juego de la imaginación, también nos alimentan. "No solo de pan vive el hombre".
Contrariamente al dicho popular, todo lo que se escribe es sobre gustos, de una u otra manera. Y también lo que se ve, hasta en sentido literal. Porque nunca hubo en televisión tantos programas de cocina como hoy. Parece que estuviéramos descubriendo que hay algo más que milanesas y papas fritas.
Olfato. Persuasivo, cuerpo invisible. En cuanto los modos de conexión con el mundo, cada uno tiene un alcance diferente, tanto por la distancia como por la eficacia. En este orden (de lo más lejano a lo más inmediato): vista, oído, olfato, tacto, gusto. También en cuanto a su significación, mezcla posibilidades de los otros sentidos. Me parece que el olfato tiene cierta cercanía al cuerpo (propio y ajeno), a lo táctil, que lo diferencia de la vista, que es más "abstracta", y cuyas imágenes son más elaboradas (incluso son más complejas en cuanto al funcionamiento del cerebro que las "produce").
Pero al mismo tiempo, el olfato toca un cuerpo que puede ser invisible y más lejano (con respecto al tacto); y sobre todo, lo toca de una manera no perceptible a la vista, a diferencia del tacto, donde, por ejemplo, puedo ver la mano que, además, controla mucho más que la nariz. Puedo determinar si acaricia o golpea, en cambio no puede, determinar a voluntad que un olor sea amigable o agresivo.
Es una pasividad que se dificultad dominarla aun mediante la concepción, se nota también en el hecho de que la mayoría de los términos que se usan para describir sus sensaciones son tomados de los otros sentidos, o simplemente de los objetos a los que se refiere.
La "invisibilidad" antes mencionada, unida a otras características, parece que le da al olfato cierta interioridad, pero no abstracta, sino concreta, que podríamos comparar con otro tipo de realidades de tipo material/espiritual, donde se percibe cierta trascendencia, como son los símbolos, los misterios. Pero en este caso lo percibido lleva habitualmente a significaciones simples, derivadas de asociaciones "primitivas" (entre un olor y una experiencia o una imagen fuerte), poco elaboradas para convertirse en símbolos por sí mismas (con una significación más precisa y al mismo tiempo más universal).
Por esa razón, lo mismo que con el gusto, en el caso de la perfumería, no se podría hablar de arte porque no transmite (intuitivamente) conceptos. Pero sí penetración de la realidad en su "hálito" material, casi tangible. Y sobre todo, asociación de vivencias.
"Hay en el perfume una fuerza de persuasión más fuerte que las palabras, el destello de las miradas, los sentimientos y la voluntad. La fuerza de persuasión del perfume no se puede contrarrestar, nos invade como el aire invade nuestros pulmones, nos llena, nos satura, no existe ningún remedio contra ella.
Tal vez porque es un modo de "intuición" (etimológicamente: tocar dentro). Pero muy especial, porque en este caso, los interiormente tocados somos nosotros.
El olfato es un sistema muy antiguo en la evolución de los animales, y por lo mismo, es de los primeros en funcionar en el desarrollo individual: los chicos preferirán los olores de las comidas que las madres más ingieran durante su embarazo. De los 0 a los 5 años usamos muchísimo los sentidos del olfato y del gusto. Se ha revelado que los recuerdos relatados a lo vivido entre los 15 y los 30 años se refieren sobre todo a palabras e imágenes. En cambio los olores nos retrotraen a experiencias de la niñez, entre los 5 y los 10 años.
La detección de olores es máxima a los 20 años y empeora con la edad. La identificación de los olores aumenta de los 20 a los 40 años, se mantiene entre los 40 y 60, y decae a partir de los 60. Pero la parte del cerebro que el olfato utiliza decrece a medida que se avanza en la escala evolutiva.
En los seres humanos 50 % del cerebro puede estar afectado por información visual, y solamente el 1% olfativa. Los estudiosos Richard Axel y Linda Buck, por sus estudios sobre el sistema olfativo descubrieron que tenemos unos cinco millones de receptores, agrupados en 350 tipos distintos, que nos permiten distinguir alrededor de 10 mil olores. Y aunque un perro tiene una zona olfativa 40 veces más grande, el Dr. Gordon Shepherd, afirma que el olfato humano funciona mejor de lo que se creía, comparándolo con el de los animales: porque para su eficiencia coadyuvan la capacidad cerebral y el lenguaje.
En los humanos ha perdido importancia como factor de supervivencia y de comunicación social (sustituido por el lenguaje y la vista), pero la ha mantenido y en relación a los alimentos y perfumes florales. Una de sus funciones más importantes ha sido alertar sobre substancias tóxicas o peligrosas. Con el gusto una mala experiencia provoca aversiones muy duraderas. Está ligado a la memoria emocional (el bulbo olfativo se conecta directamente con la amígdala y el hipocampo).
Detenerse a tomar conciencia de los olores (de las cosas, o de las personas), parece de mal gusto, "primitivo", demasiado cercano a lo animal. Menos respecto a la comida, o a los perfumes. Tal vez es por lo que antes mencionábamos respecto a la evolución de este sentido en nosotros.
Pero tomar conciencia de nuestras sensaciones, también las olfativas, en ocasiones, es hasta terapéutico. Eso en la vida cotidiana, y también en casos especiales.
Aunque a veces los olores no son tan agradables. Pues por ejemplo, había un tema sobre el perfume, fundamental en el olor humano, muy sencillo, además: un olor a sudor y a grasa, a queso rancio, bastante repugnante, por cierto, que compartían por igual todos los seres humanos y con el que se mezclaban los más sutiles aromas de cada aliento individual.
En muchas ocasiones llegamos a tener explicaciones sobre el olfato que se vuelven ideológicas como cuando nos preguntamos: ¿A qué huele el mal? ¿A azufre? ¿A pedernal? ¿O acaso el mal se ha vuelto incoloro e inodoro, como la mayoría del mundo moral? La banalidad del mal. ¿Es esa la razón de que ya no haya olores ni alientos? ¿Habremos perdido esa capacidad de discernir intuitivamente lo bueno de lo malo? No creo. No obstante, tal vez tengamos, para algunos malos olores, la nariz insensibilizada, por saturación.
Según algunos estudios las mujeres tienen mejor olfato que los hombres. Otros trabajos muestran que también son más intuitivas de los estados de ánimo de los demás. En la medida en que no compartan la actitud que, según algunos, es más propia de los varones (para quienes tiende a ser real solo lo que se puede ver y tocar, controlar, dominar) hasta puede ser que tengan mejor olfato para lo sagrado, en cuanto a la deidad, no es manipulable, pero se puede percibir en lo cotidiano. El olfato se convierte en una metáfora de la capacidad de vivir esa dimensión humana, el cuerpo, pero no solo en su aspecto visible, exterior, sino vivido interiormente, carne invisible, sufriente y deseante. Intuición necesaria para una inteligencia que siente, punto de partida de decisiones verdaderamente humanas. Revisen el siguiente artículo de Javier Flores:
http://www.jornada.unam.mx/2010/07/20/index.php?section=ciencias&article=a03a1cie
http://www.jornada.unam.mx/2010/07/20/index.php?section=ciencias&article=a03a1cie
La seducción vacía, hoy aclamada, termina siendo destructiva. Pero es posible exhalar otro tipo de aroma, el que viene de una vida positiva. El que sentimos en esas personas que atraen por sus cualidades, muy humanas, pero que notamos que van más allá. Persuaden por un aire que emana de lo que son y lo que hacen, aunque eso no parezca a primera vista nada extraordinario. Todavía tenemos la capacidad de percibirlas, más allá de credos, nacionalidades, u otras posibles diferencias. Y de imitarla
Actividades.
INDICACIONES: Del conjunto de instrucciones que te presentamos, responde con comentario o reacción que en tu comunicación cotidiana te provoca se ha dado o se puede presentar, para ello tendrás que elaborar un video personal de máximo ocho minutos y lo subes a tu blog.
1).- Explica tres interacciones comunicativas en las que tu experiencia sea de conflicto. Posteriormente, responde a cada una de ellas como comúnmente lo haces. Habla o ejemplifica como se nos ha facilitado dar soluciones a los problemas, o que nos garantiza su permanencia o su intensificación. Después, vierte tus conclusiones generales acerca de la experiencia.
2.- ¿Qué emoción, estado de ánimo abierto nos provoca el recibir algunos mensajes? Como los discriminamos, aunque nuestra velocidad de respuesta disminuya, lo que deseamos realmente responder y evitar, en todo lo posible, el uso de los métodos desacreditados de comunicación.
2.- ¿Me estás escuchando? -¡Claro que te escucho, no estoy sordo!: Detenerme, centrarme, sentirme, responsabilizarme, discriminar y corregir: ¡soy todo orejas! ¿Qué te provocan estas afirmaciones?
4.- ¡Es increíble, siempre llegamos tarde a todos lados! En lo que das vueltas y más vueltas improductivamente por todos lados como trompo se pasan las horas. ¡Ya estoy hasta el copete de tu impuntualidad, no tienes ninguna consideración para con los demás! ¿No te da vergüenza que siempre seamos los últimos en llegar?5.- La respuesta habitual del interlocutor es: ¡Deja de molestarme que yo también estoy harta de tu incomprensión y tus insultos! En lugar de gritarme y apresurarme, ¿por qué no me ayudas con todo lo que hay que hacer en esta casa antes de salir? Eres un egoísta insoportable, lo único que sabes hacer muy bien es exigir. Continúa con esa cantinela y vas a acabar por llegar muy temprano a todos lados, pero solo. Has sido espectador de este tipo de escenas y ¿cómo las catalogas? Algo semejante has escuchado en casa y cómo respondes a ello?
6.- Sé que te sientes desesperado y molesto; la puntualidad es para ti un valor primordial que significa respeto hacia los demás. Al mismo tiempo, es cierto que hay muchas cosas que dejar en orden antes de salir de casa, y que esto, para mí, es importante. Quiero decirte que a mí también me molesta y me duele que tú tampoco tomes en cuenta lo que para mí es importante. ¿Qué podemos hacer para tratar de dar una solución al problema y dejar, así, de agredirnos?7.- Continuamente nos damos cuenta de nuestras capacidades que tenemos al comunicarnos con los demás y con nosotros mismos. Pero en la mayoría de ellas no hacemos conciencia de lo que experimentamos, sino hasta que otros nos lo aclaran.
No hay comentarios:
Publicar un comentario