PRIMERA PARTE
La comunicación humana también la consideramos, en muchas ocasiones, como la manera de aprender a vivir. Nos queda claro que no se nos ha enseñado a vivir, ni a saber qué camino seguir para ser feliz y para poder disfrutar de la vida, tampoco para comunicarnos plenamente. No nacimos de la nada, ni pretendemos construir la felicidad a través de recetas, tampoco hay una guía que nos indique qué hacer o lo que debemos hacer para vivir bien.
Para entender qué papel jugamos a lo largo de la vida, muchas ocasiones no sabemos por qué estamos ahí, ni para qué estamos viviendo o para qué tenemos vida. En busca de la felicidad y a veces en busca del amor; vamos dejando en el camino nuestros sueños, nuestras esperanzas, la necesidad de querer y que nos quieran y en esa búsqueda, nos equivocamos.
Pero, ¿cómo saber vivir, para aplicar a nuestra vida cotidiana las reglas que hoy vemos como recurso para poder establecer los hechos que nos toca comprender? Muchos de los cuestionamientos que empleamos están en cómo saber comunicarnos; en la manera de establecer las mejores condiciones en el uso del lenguaje, de recurrir a nuestros pensamientos y sentimientos de lo que la misma naturaleza social nos otorga.
Empleamos esquemas mentales que nos hacen relacionarnos con los demás con ideas que en muchas ocasiones están en contra de los propios patrones mentales que nos ayudan a valorarlos, estimarlos y comprenderlos. Formas de relacionarnos que nos muestran el carácter negativo de las palabras empleadas, causante de tantas molestias físicas y emocionales, tal y como se aplican en la ley de polaridad: el frío y el calor, el odio y el amor, el vivir y el morir. Para ello debemos preguntarnos: ¿Qué es lo que tengo que aprender de tal persona o circunstancia que me tocó vivir? ¿Cómo puedo emplear infinidad de formas que dependen de cada uno de nosotros al pensar?
En principio, tengo que comenzar a respetarlas, a respetar a los otros, a identificar mis límites, mi autosuficiencia, mi omnipotencia o mi inseguridad para dirigirme a los demás. Darme cuenta de lo que tengo que aprender y lo que he aprendido, para empezar a mejorar.
Por malo que sea lo que nos presenta la vida, por más negativa que nos parezca la situación, la podemos revertir, siempre y cuando nos demos cuenta de qué es lo que tenemos que aprender de esa situación. Nada de lo que se nos presenta en la vida es fortuito, siempre hay un aprendizaje.
¿Cuántas veces nos desesperamos, al creer que algo que hicimos o expresamos no tiene solución? No hay dificultad alguna en el mundo que no podamos resolver. Esto que nos parece casi imposible; es una gran verdad. No podemos caer en la desesperación. Pensemos cómo volver a empezar. Pero si creemos que todo es tan tremendo y que no hay salida; hagamos la prueba.
Revisemos la manera de vivir, de expresarnos con los demás. Valoremos que nuestras formas expresivas son de simpatía o de mofa a los demás. Y si la estamos regando, hasta el extremo de ya no creer en nada; dejémosles a los demás la valoración de cómo hemos actuado, el tiempo, que es un buen silencioso consejero, nos va hacer reflexionar; al pasar el tiempo nos vamos ha dar cuenta que ya no tiene la misma significación ese hecho o problema. Que fue algo apresurado darle tanta importancia. Que podemos modificar nuestra manera de expresarnos con los demás.
Para ello tendremos que responder a la serie de cuestionamientos, sobre el carácter dilemático que empleamos al expresarnos con los demás y vamos a encontrar, de acuerdo a nuestras actitudes, al dirigirnos a los demás con las siguientes cuestiones:
¿Cuáles son las preguntas que en la comunicación o interacción humanas nos hacemos? ¿Cómo ganar más contactos, amistades e influencias hacia los demás individuos?
En muchas ocasiones no nos damos cuenta o ignoramos cómo podemos persuadir a los demás. Casi siempre, con el propósito de ganar amigos e influir en las personas que nos rodean, basamos gran parte de nuestra comunicación y el de muchas personas más, con métodos persuasivos de carácter sentimental o con formulas agresivas que inconscientemente pensamos que nos son de mayor utilidad, como lo es la burla.
Para tratar de ser convincentes nos apoyamos en reglas sencillas, las que observamos y nos permiten cambiar sustancialmente nuestras conductas de vida. Como personas pensamos, aprendemos, nos motivamos, interactuamos y nuestra manera de comunicarnos, nos hace evolucionar y cambiar mediante la comprensión detallada de la comunicación verbal o no verbal.
En otras ocasiones pensamos que gran parte de nuestro éxito comunicativo día tras día es porque tratamos de ser simpáticos y (entre paréntesis nos olvidamos de lo que piensan los demás) desconocemos que llegamos a provocar cierta rabia en los demás, nuestra actuación deja mucho que desear. De hecho, gran parte de nuestro actuar se apoya en burlas y no en ideas.
¿De verdad creemos que los pensamientos son nuestros? Después de realizar el presente ejercicio ya no estarás tan seguro. A través de la discusión de los problemas que surgen entre los individuos, de las varias formas de negociación, de cómo nos dirigimos a los demás, vamos a intentar dilucidar o resolver como lo hace la propia colectividades de la que formamos parte. Al tener la voluntad de encontrar una solución satisfactoria para cada una de los segmentos involucrados en un problema; sin gran confrontación de ideas que persiguen evitar el enfrentamiento mutuo, o bien tratan de poner solución a un desafío existente. Como también mejorar nuestra vida en todos los sentidos y formas.
INSTRUCCIONES: Responde libremente al conjunto de afirmaciones que te presentamos sobre el carácter y sentido de la comunicación humana. Escribe sobre las zonas punteadas.
1. Abandonar la creencia de que solamente se puede comunicar con la palabra. Toda conducta es comunicación.
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2. Es imposible no comunicar.
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3. Los gestos, posturas corporales y movimientos son estímulos o respuestas a la hora de comunicar.
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4. No actúe de acuerdo con lo que supone que el otro dijo o hizo.
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5. El silencio también es una respuesta.
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6. Si escuchó una palabra con una entonación ambivalente, siempre pregunte en qué sentido deberá interpretarla.
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7. Antes de suponer pregúntele al otro qué es lo que quizo decir.
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8. Cuando no entienda algo, metacomunique, es decir, aclare cuantas veces sea necesario.
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9. No trate de colocar las culpas en su interlocutor.
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10. Trate de no ver la paja en el ojo ajeno y reflexione preguntándose qué hizo usted para colaborar en la reacción de su interlocutor.
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11. El respeto hacia la personalidad del interlocutor y a su mensaje es esencial para la buena comunicación.
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12. Al hablar enunciamos nuestro modelo de pensamiento, nuestras creencias y nuestros valores.
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13. Hay que tener buena predisposición tanto para escuchar como para transmitir.
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4. Buena relación entre los comunicadores.
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15. Respetar la libertad de expresión del interlocutor.
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16. La comunicación también es esencialmente afecto.
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SEGUNDA PARTE
En esta segunda parte hay que realizar una evaluación por escrito de los distintos modos como interactuamos en nuestra vida cotidiana, para ello, primero leerán el siguiente pasaje de la escritora Gaby Vargas que publicó recientemente. Posteriormente la encuadrarás a tu vida familiar y a las necesidades que llegan a tener tanto tú como los que te rodean. Puedes incluir imagenes en tu reflexión.
Ponle título.
Por Gaby Vargas
Imposible no notarlo. Un viernes por la tarde en un restaurante, una familia convive de la siguiente manera en una mesa cercana a la nuestra:
El papá conectado a un Blackberry como si se tratara de una extensión de su mano y fuera un elemento indispensable para comer.
La hija adolescente (de unos 17 años) metida en su mundo con una sonrisa en los labios, enviaba mensajes de texto a dos pulgares desde su celular con asombrosa velocidad; estoy segura de que nunca se percató de la compañía. El niño (de alrededor de 11 años) hipnotizado con su Game Boy, parecía desaparecer del planeta Tierra y transportarse a alguna competencia en un planeta virtual.
Y la mamá, a ratos veía al infinito, hasta que aburrida, se pegaba otro aparato a la oreja y, como el resto de su familia, procuraba conectarse con alguien "allá afuera".
"¡Qué gran comunicación entre ellos!", pensé.
Esta escena es cada día más típica del paisaje urbano. Lo sé porque la he vivido y trato de evitarla. Estar conectados es una adicción tan fuerte que nos hace creer que es un mal necesario. Necesito saber en este instante qué pasa en el resto del mundo: asuntos de trabajo, noticias, redes sociales y demás. Comienza como un inocente pasatiempo, para convertirse paulatinamente en una necesidad y después en una adicción, tal como la nicotina lo es para el fumador.
Sin embargo, esa tarde al ver a la familia, me dieron ganas de sacudir a cada uno de sus integrantes y transmitirles lo que Odín Dupeyrón nos invita a hacer a gritos en cada función de su monólogo teatral ¡A vivir! (por cierto una maravilla de obra).
Tú papá: ¡a vivir!, que esos niños que hoy tienes sentados a la mesa, mañana preferirán estar con sus cuates o respectivos novios. ¿Ya sabes qué les inquieta?, ¿con qué sueñan?, ¿qué quieren ser de grandes? Pronto quizá se vayan a estudiar fuera, o decidan irse a vivir solos o a probar suerte con una pareja. La vida se va, se va, se va y se acaba, señores.
Tú mamá: ¡a vivir!, aprovecha esos momentos de oro para platicar con tu familia y comunicarte de corazón a corazón, platícales sobre el libro que estás leyendo, sobre la película que acabas de ver, sobre lo importante que es tener amigos, o bien, sobre lo que más te gusta y te reta de tu trabajo. Platica con ellos como la persona normal que eres, no como ese agente de tránsito que tus hijos a diario ven en ti: "¿A dónde vas?" "¿Con quién vas?" "¿A qué hora llegas?" "¡Qué horas son estas de llegar!" "¿Ya hiciste la tarea?" ¿Crees que con ese nivel de comunicación buscarán estar contigo?
Ustedes niños: ¡a vivir!, que no siempre tendrán a sus papás disponibles y junto a ustedes. ¡Aprovéchenlos! Pregúnten todo lo que les inquieta de la vida, averigüen cómo se conocieron, qué les enamoró del otro, qué peripecias han pasado para tener la casa en la que viven... Investiguen un poco más acerca de la vida de sus abuelos. Les aseguro que no saben casi nada de ellos y que están llenos de anécdotas interesantes y divertidas. Si esto les parece aburrido, entonces platíquenles cómo funcionan las redes sociales y por qué son tan importantes para ustedes.
¡A vivir!, estar conectados quizá nos da la sensación de estar actualizados, tener conocimiento de los hechos y un sentido de pertenencia; pero si bien es una posibilidad maravillosa, todo tiene un tiempo y un lugar. Tener a las personas que quieres junto a ti, es un lujo. Créanme, lo que hoy consideran que será para siempre, no lo es. Cuando se levanten de la mesa, el momento y la oportunidad de comunicarse entre ustedes se habrá ido, ¿volverá? Nadie lo sabe.
"Estar conectados es una adicción tan fuerte
que nos hace creer que es un mal necesario".
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